La intervención de la Sra. Ministra de Cultura ayer en el programa de Angels Barceló no tuvo desperdicio.
Creo recordar que en al menos dos ocasiones mencionó que la causa de cierre de las webs sería el alojamiento de contenidos sin tener derechos de explotación (nótese la tercera acepción) o contrato mercantil.
Escuchar hablar a Ministra de Cultura de explotación o comercio me pone los pelos de punta…
Lourdes me recordó que hace un par de años, al principio de esa investigación que más mal que bien trato de llevar sobre edificios para la sociedad de la información, barajaba la idea de que la cultura se tenía que acercar al ocio comercial para resultar atractiva… Ahora, donde dije digo, digo Diego.
La cultura debe hacerse libre y universal y los creadores deben ponerse a trabajar.
¿Por qué digo esta barbaridad? Porque me parece que el hecho de la plusvalía manejada sin control produce situaciones de desequilibrio y polarización que se demuestran destructivas.
No voy a vender ahora el comunismo, ni un mercado intervenido por políticas socialistas y de racionamiento. Lo que si creo, en mi humilde opinión y mis casi nulos conocimientos de economía, es que hay necesidades y hay lujos.
Y la cultura, al igual que la vivienda, debería ser tratada como una necesidad protegida por el estado o como un lujo gravado por el estado, dependiendo de las circunstancias.
Un ejemplo. ¿Quiere ud. una vivienda protegida?. Perfecto. 70m2, 3 dormitorios, dimensiones controladas y más que suficientes, y solo si Ud. y su familia cumplen una serie de requisitos. Quiere Ud. como promotor vender una vivienda de más tamaño, con pista de paddel, piscina, terraza de 15m2 y 3 cuartos de baño… el impuesto que Ud. y su comprador deberán pagar será consecuente a ese lujo.
Otro ejemplo. ¿Quiere ud. ver cine español subvencionado? Perfecto. Al menos una sesión al día será gratuitay de este modo, todos los ciudadanos recuperaremos parte de nuestra aportación a esos impuestos. ¿Que quiere Ud. como creador de cine no perder el beneficio de ni una de sus entradas? No se preocupe, podrá subir el precio de su entrada tanto como quiera, pero deberá pagar al estado una consecuente proporción de esos beneficios.
El modelo que planteo solo trata de diferenciar de forma coherente entre lujo y necesidad. Pensar que el uso de los productos culturales deba estar sometido a contratos mercantiles me parece demencial.
Rodríguez Ibarra, ese político visionario, pionero en la implantación del software libre en la administración pública que dirigía, mencionaba hace poco en El País, el sinsentido que supondría pagar a los arquitectos cada vez que uno se sentara en un parque, argumento que ya tratamos de construir nosotros hace un tiempo. La réplica de Muñoz Molina, construida sin lógica y sin argumentos merece ser leída solo para seguir entendiendo el desconcierto de los que siguen defendiendo el producto cultural y la confusión entre propiedad intelectual y propiedad material.
Una frase de Fernando Vallespín, uno de los contertulios de Angels Barceló ayer, me volvió a abrir la llaga de esa idea. Planteaba que el cobraba unos honorarios ridículos por escribir sus libros, asumo que porque una vez publicado cobraría en función de las ventas. Eso, corregidme si me equivoco, es especulación.
¿Os imagináis que los arquitectos cobrásemos un porcentaje proporcional a la venta de las viviendas de las que somos autores? Os aseguro que nuestro poder adquisitivo sería incluso más elevado que el de esos compañeros de leyenda a los que se tratada de Señor…
Por suerte, a la gran mayoría de nosotros esa idea no solo nos parece absurda si no también inmoral.
La tertulia que se produjo después, en la que las intervenciones de Fernando Berlín aclaran de forma magistral muchos conceptos es altamente recomendable y nos permite seguir hilando con otro concepto fundamental que nos ayuda en nuestra convicción en la necesidad de generar una cultura libre.
Una de las tertulianas cuyo nombre no identifico preguntaba:
“¿entonces me dices que si no me vendes un libro tengo derecho a cogerlo gratis?”
Y desde aquí nos permitimos reformular la pregunta.
¿Por vivir en España me tengo que ver privado de ver las series de TV americanas que nuestros geniales programadores de televisión nunca van a comprar?
¿Si la editorial de PAPress me dice que no va a distribuir en España Installations by Architects tenemos que pagar el sobrecoste de traérmelo de USA por Amazon?
Pensar que sin las descargas por internet nunca hubieramos descubierto Los Soprano (cuya primera temporada compramos en DVD después de haberla visto descargada) o que sin descargas no hubiera podido disfrutar de la voz en V.O. de Hiro Nakamura en Heroes porque CanalSur no emite en dual, me parece terrible.
Los productores de contenido, y no olvidemos que los arquitectos lo somos, tenemos infinidad de medios para ganarnos el pan.
Los músicos conciertos, los escritores la docencia o las conferencias, los arquitectos los proyectos o la dirección de obra… Creo que fue la propia Ministra la que interpeló a Fernando Berlín sobre si el no cobraba por intervenir en la tertulia.
Sra. Ministra, creo que eso es cobrar por trabajar, no percibir derechos de autor. Estoy casi seguro que el Sr. Berlín no cobrará ni un céntimo por cada una de las veces que nuestros lectores escucharán la tertulia en la que Ud. participó.
Por una cultura libre y por una remuneración proporcional al trabajo y su calidad.